domingo, 29 de septiembre de 2013

sueño...

  Soñé que volaba, era una especie de ave que planeaba muy bien. No recuerdo cansarme ni batir mucho las alas. Una casa llamó mi atención, una gran parcela mitad patio y mitad edificio, con un solo árbol en el jardín. Planeaba en círculos sobre ella sin poderme alejar, como si aquel árbol tirase de mi.
  No soy nadie para cohibir mis sueños, así que me pose en una de sus ramas. La valla al igual que el jardín se veían muy descuidados.
  Por una de las ventanas del piso inferior se intuía una silueta. Una nube sepultó el sol y el reflejo del cristal desapareció. Ahora veía mejor, era un hombre de mediana edad, se notaba cansado, camisa blanca y corbata azul, nudo aflojado. Una barba de tres o cuatro días y los ojos rojos, lloraba.
  Estaba sentado a la mesa y solo había en ella un vaso ancho de cristal. Se iba llenando con sus lágrimas.
  Volé del árbol a la ventana para ver mejor la escena.
  Me asombró ver lo que había en el vaso. ¡Un niño! Un niño luchando por mantenerse a flote y no ahogarse en ese mar de dolor y sufrimiento.
  Gota tras gota subía el nivel del vaso y al niño le costaba más trabajo aguantar. De repente cambio algo en su cara, dejo de luchar. Se relajó y comenzó a flotar mientras lloraba.
  Las lágrimas del hombre querían ahogar al niño que llevaba dentro, pero, las lágrimas del propio niño terminaron de llenar el vaso y pudo saltar a la mesa. Nada mas poner los pies en la mesa alzó la vista a la ventana a la vez que el sol salía de la nube. Le costó enfocar pero al final no había nada en la ventana, no estaba yo mirando desde allí.

  Ahora lo veía todo desde el otro lado de un grueso cristal y solo tenía un regusto a sal mientras se me nublaba la vista...

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