El semáforo cambia a rojo y comienza la odisea de cruzar sin
tropezarte con alguien. Llega al otro lado y recibe un mensaje, a su colega le
ha surgido algo y llegará tarde. Había quedado para unas cervezas, pero si Kike
cuando es puntual se retrasa una media hora, no quería ni pensar lo que
tardaría para haber avisado.
Son casi
las seis y el sol se quiere ir a dormir. Otro semáforo, otra lucha sin cuartel.
Aparece en una plaza con estatuas de Don Quijote, donde hay personas corriendo
y madres cansadas detrás de los críos que juegan sin abrigos.
Pero entre
tanta gente ve una chica en mallas y sudadera paseando a su perro. Le llamó la
atención por que tenía toda la pinta de haber estado tirada en el sofá y le
tocó bajar al perro. Unas piernas
kilométricas y esa sudadera tres tallas más grande que ella. Un pelo negro,
brillante, y una sonrisa de medio lado cuando llama al perro y este sigue de
largo.
Seguro
tendría más de una hora hasta esas ansiadas cervezas. ¿Conocerla o no
conocerla? Recordó una frase que le dijo su padre hace muchos años con respecto
a las chicas y el miedo al rechazo:
-Tú, ve
tranquilo, total, el no ya lo tienes.
Se acerca
despacio y oye como la chica llama spike a su perro. Le recuerda al de Tom
& Jerry, aunque solo por el nombre. Este era... la verdad no sabía que raza
era.
-Spike era
un bulldog.
-¿Qué?
-Spike, era
el nombre del bulldog de Tom & Jerry.
-Mmm...
venia con ese nombre cuando lo adopté.
La verdad
es que de entrada era un poco seca, pero a saber las tonterías que le sueltan
cada día.
-Lo siento,
soy Daniel y soy coleccionista.
Eso
despertó un poco su interés.
-Si... y...
¿Qué coleccionas?
-Pues,
depende del día.
-¿Hoy?
-¿Hoy?, hoy
me gustaría guardar tu nombre y este atardecer.
Lo miró
como si estuviera loco, pero aun así, le daba buen rollo.
-Hay un
mirador por aquí cerca, te invito un café y me ayudas a guardar este atardecer.
Ella sabía
a qué mirador se refería. Aceptó, más que por él, porque le pillaba de camino a
casa. Caminaron unos minutos hablando de tonterías, él queriendo conocerla y
ella intentando descifrarlo. Ella le veía una chispa, algo que le llamaba.
Puede que fuera el punto medio entre su timidez y su seguridad, la fluidez de
sus palabras o quizás su forma de ver la vida. Se sentaron en un banco, entre
risas y miradas curiosas se les había olvidado el café, pero no parecía
importarle a ninguno. Le ofreció un cigarrillo.
-¿Fumas?
-Sí, pero
solo no me sienta muy bien-dijo sonriendo.
-Me gusta
mucho esa canción, pero no tengo nada para aliñarlo.
-No todo
puede ser perfecto.
-Ni falta
que hace.
-Cuéntame
de tu colección, me tienes intrigada.
-¿Sales con
alguien?
-No. ¿Por?
-¿Te
parezco atractivo?
-Eso a que
viene.
-Solo
responde... venga.
-Jajaja, no
estas mal.
-Y ¿Puedo
besarte?
Le soltó
mientras se acercaba. El roce de sus labios le tomó por sorpresa y mientras
ella intentaba reaccionar, se dio cuenta
de que no podía, quería dejarse llevar. Fue un beso suave, tierno, como de
cuento de hadas. Se separaron unos centímetros y él le mira a los ojos mientras
suspira con su sonrisa de niño malo, ella sigue sin entender nada pero se la
devuelve.
-Por esto
vivo, esto es lo que colecciono. Los nervios de conocerte, el miedo al rechazo,
este primer beso y la alegría de no llevarme un guantazo. ¿Hace cuánto que no
vivías algo así? Apenas vivimos, nos perdemos estas cosas por seguir de largo
cuando vemos una oportunidad o ni siquiera la vemos por estar pegados al móvil.
Estos sentimientos y estas sensaciones son mi tesoro. Créeme, la calle está repleta,
solo hay que empezar a recogerlos y serás más rica que cualquiera.
El sol se
había puesto y el pelo le brillaba a la luz de las farolas, o por la ropa
chillona de los “runners”, no estaba seguro.
-Me llamo
Lucía-dijo entre dientes mirando al suelo.
-Ha sido un
placer conocerte Lucía.
-¿Y ahora?
-¿Ahora? Lo
que quieras.
-¿Lo que
quiera yo?- Su mirada se perdía intentando entender.
-Yo quería
tu nombre y este atardecer. ¿Qué querías tú?
-La verdad,
llegar a casa. Pero ahora no lo sé.
-Pues vamos,
te acompaño y de camino vas pensando en que más quieres.
Se pusieron
de pie y caminaron entre los árboles, fuera del camino que parecía una autovía
en hora punta. No entendía que le había dado a la gente por correr.
-Es muy
tranquilo.
-¿Qué?
-Tu perro
digo.
-Y… ¿eso a
qué viene?
-Es que no
me gustan los silencios incómodos.
-Lo siento,
es que no me sale nada.
-Tranquila
no busques que decir. Para mí, esa es la diferencia entre un silencio incómodo
y compartir un silencio.
Caminaron
los tres hasta que ella paró en un portal.
-27-dijo el
con cierta melancolía.
-Sí, aquí
vivo.
-Entonces…
¿Qué más quieres?
Su móvil
comenzó a sonar, pero ella solo podía oír su corazón que se le quería salir del
pecho, las piernas le temblaban tanto que pensaba que se iba a desmayar, sentía
cada latido en la punta de sus dedos, como se erizaba a lo largo de la columna
y un escalofrió que le sacó de ese portal y la llevo a una tormenta de
emociones. Apretó las manos pensado que él podría darse cuenta, intento aguantar hasta el último segundo y con todas sus
fuerzas. Abrió la boca para decirle que iba a subir, que se le hacía tarde pero
lo único que le salió fue un beso.
-Quería
otro beso-dijo con la voz temblorosa.
No se
esperaba ese beso, entre su confusión y una pareja de jubilados que salían del
portal gritándole al chucho por su
nombre, le susurra:
-Podríamos
despedirnos sin más.
-¿Y ya?- No
se esperaba eso para nada.
-Es una
opción-le dijo disimulando una sonrisa.
-Y ¿Si
quisiera volver a verte?
-Solo tendrías
que decirlo.- Le entregó una tarjeta y le colocó un mechón detrás de la oreja.
-No
esperaba nada de esto cuando baje a spike.
-Ni yo
cuando me acerqué a conocerte.
-Me debes
un café.
-Es cierto,
hagamos un trato, si nos volvemos a ver te lo cambio por una coronita o un
tequila.
-No sabes
mi número. -Reprochó ella.
-Demostré
mi interés por ti al dar el primer paso, además, tienes como encontrarme.
Apretó la
tarjeta y la guardo en el bolsillo de la sudadera. Se dio la vuelta y entró en
el portal.
Él saca un
cigarrillo mientras deshace sus pasos, se detiene un par de metros antes del
semáforo y observa a las personas, que parecen llegar tarde a todas partes.