sábado, 10 de septiembre de 2016

El coleccionista: Be mine.

Eran casi las diez, suena una canción de Adele a lo lejos. Un escalofrío le recorre de arriba abajo y de dentro fuera. No sabe si le recuerda una dura despedida, un esperado reencuentro o lagrimas de rabia contenida. Saca un cigarrillo mientras ahoga el llanto que le invade, da caladas como si su vida dependiera de ello.
Cierra la ventana, se desnuda y corre a la ducha. Quiere quitarse de encima ese sentimiento que le mata y le da vida a la vez. Sale de la ducha sin apenas secarse, coge unos vaqueros, una camiseta, una sudadera y sus converse. Se mira en el espejo mientras se coloca el reloj y guarda la cartera y el tabaco en sus bolsillos.
Ve su reflejo difuminado en el recibidor al coger las llaves del coche. Baja las escaleras de dos en dos, tira de la puerta y ve su coche esperándole. No le grita, no le juzga, solo lo lleva y lo trae como la marea de emociones que le recorre en ese momento. Arranca el coche y suena un tema que escuchó por primera vez a principio de año, lo recuerda muy bien, lo mucho que le gustó, la paz que le dio y la felicidad que alcanzaba con ella.
Para en un semáforo y levanta la vista. Siempre le ha gustado esa montaña, es que no encaja nada, parece que la hubieran puesto para mejorar la ciudad. Sonríe y piensa en el área de descanso que hay en lo alto. No se lo piensa, que mejor sitio para dejar caer el peso que lleva encima que desde allá arriba. Era un camino demasiado sinuoso para esas horas pero no podía parar, quería llegar cuanto antes.
Aparca malamente y camina hacia el borde del mirador. Que vista, que lugar. Sin casi luna, las luces dibujaban avenidas y plazas, autovías y grandes edificios. Y en medio de todo eso, el río, que sigue su camino como seguro lo hacía antes de que la ciudad tuviera nombre. Ya nada es lo que era, pero el río sigue igual, fluyendo sin prisa pero sin pausa, seguro de que llegara a donde tiene que llegar.
Hay un grupo de chavales de risas en unos coches, lo observan desde lejos preguntándose que le pasara al loco ese que tiene que estar helado.
-Tío, te va a dar una hipotermia-grito uno de ellos.
A pie de calle estaba bien con la sudadera, pero a esa altitud echaba de menos un buen abrigo y unos guantes. Se acerca a los coches frotándose las manos y soplando entre sus dedos.
-No te preocupes-dice riendo-ya me iba.
-¿Quieres algo?-le pregunta una chica.
-Fuego.- Con las prisas se había dejado el mechero.
-Claro hombre, acércate.
-¿Quieres una copa?
-No gracias-dijo mirando el coche-pero un chupito si te voy a recibir.
-Solo tenemos ron.
-Lo acepto. Gracias.
-Pero tienes que hacer un brindis, es nuestra regla.
Levanta el vaso con la mirada fija en una de las chicas que parecía estar igual de triste que él.
-Porque lo más difícil de no tenerla, es haberla tenido.- La chica a la que miraba se puso en pie para brindar con él. Sus ojos no podían dejar de ver la soledad que había en sus pupilas. En un segundo compartieron el vacío que les llenaba. Todos se quedaron mudos y ellos se alejaron a ver la ciudad desde las alturas.
-¿Estás bien?-preguntó ella.
-Adele-susurró él.
-Te entiendo, créeme.- Dijo mientras le guiñaba un ojo.
Ambos sabían en que punto estaban, eran carcasas huecas que querían juntarse para llenar la nada que había en sus corazones. El sonríe en silencio.
-Hay una canción que me gusta mucho.- El viento era cada vez más frío.
-Si es de Adele la conozco-dijo ella muy segura de sus palabras.
-Dice: “Forgive your past and simply be mine”.0
Ella se muerde el labio y mira las luces de la ciudad, intentando encontrar las palabras que necesita con su ayuda. Unos segundos después que pasaron como días se gira y le dice:
-No puedo ser de nadie, si antes no soy mía.
El se queda en silencio mirando el río. Cierra los ojos en un pestañeo que dura mas de lo normal.
-Gracias.
-¿Gracias? ¿A mi? No entiendo. ¿Por qué?

-Por hacer más grande mi colección.

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