domingo, 18 de diciembre de 2011

Castillos... (II)

Una figura entre las sombras, solo eso parecía, se desdibujaba con el ir y venir de las luces y las sombras. Curiosidad, sintió curiosidad y se acerco, eran unos cimientos, unas bases para lo que podía ser una especie de fortaleza, un castillo tal vez. Los examino durante horas y no encontró señal alguna de que alguien hubiera pasado por allí en años, no entendía el por qué. Estaban a simple vista, muy bien asentadas, solo hacia falta alguien que le dedicara tiempo y empeño.
Pero no podía ser el. El es un nómada, un alma libre y errante que vive donde y como quiere. Así que se alejo de los cimientos y deseo que alguien los encontrara y sacara todo el provecho que había en ellos.
Siguió sin mirar atrás, nunca volvía la vista a ver lo que dejaba, era mejor alzar la mirada y ver las oportunidades que nos ofrece el horizonte. Y horizonte tras horizonte, fueron pasando los días, los meses, quizás los años... es tan relativo el tiempo cuando no se dedica a nada constante, cuando no puedes apreciar lo que es echar de menos algo. Simplemente pasa y pasa, y eres la única constante en todo lo que te rodea.
Hasta que por cosas del destino, una constante se repitió, una tormenta lo sorprendió sin cobijo y con la noche casi encima. Corrió y corrió buscando un refugio, pero tropezó y rodó colina abajo llenándose de barro y haciéndose heridas en brazos y piernas al intentar frenar. Cuando pudo ponerse en pie, entre las sombras vislumbro lo que parecían unas paredes, cogió dos o tres ramas y se procuro un techo por lo que quedaba de tormenta, dolorido, pensó en el sol, en sus caricias y se dejó caer en los brazos de Morfeo.
Abrió lo ojos y pudo ver las estrellas, un cielo despejado como hacia mucho que no veía y una luna llena que podía casi tocar, quiso ponerse en pie y los muchos cortes de su cuerpo le devolvieron a la realidad, un dolor que venia de tantas partes a la vez que su cerebro lo recibió como uno solo. Cuando la estrella del alba delataba el amanecer, saco fuerzas y se levanto, intento caminar apoyándose en los muros que le habían servido de cobijo, cuando salio del laberinto de paredes y columnas no se lo podía creer, estaba en los cimientos.

2 comentarios:

  1. Curiosa historia (o más bien...comienzo de... ¿no?). :)
    No sé porqué tengo la sensación de que este nómada de alma libre y errante, a pesar de sus largos viajes, múltiples experiencias y pocos retrocesos... nunca podrá evitar regresar a ese cobijo que siempre tuvo.
    Todos necesitamos cimientos en la vida.
    Un beso fuerte!!!

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  2. Gracias por tu apoyo cenicienta!!! Veremos lo que pasa con el nómada y estos cimientos.

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